para resurgir en palabras,
evadiendo la afectación
y murmurando a escondidas
un nombre
apócrifo
o de nadie.
Nazco de la mutabilidad
irreverente y contrariada
de mi alma,
para sumirme en el despliegue
inconsciente
de mi propia defensa.
Nazco y muero
para volver a nacer,
aún contra mi voluntad,
debiendo concluir muchas veces
que ha sido un desatino.
Nazco con la opulencia
de una orquídea,
la sencillez de una margarita
y la incertidumbre
de un pensamiento
negado.
Nazco para dormir en la orilla
y despertar sumergida
en el deseo,
nazco de pies a cabeza
afectada
conmovida
y permeable.
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