EL ÁLAMO NEGRO
Despojado en apariencia
de toda vida
y vivo.
Así lo recuerdo
parado y puro
y desierto
por entero de hojas.
Ese árbol era
un álamo negro
pero nosotros nunca
le dimos un nombre.
Era el árbol.
Era real
y era un sueño
que habíamos tenido.
Todavía frondoso
cantaba al principio del otoño
entre los vientos
con tal belleza
que se quedaba uno
hechizado al paso
y sin saber por qué
también cantaba
de vuelta a la casa
por las noches.
Fue el gran espíritu
de una calle sin historia
en la que crecimos
pequeños y frágiles
derivando en un río
de luz incomprendida.
Oh, cuánto hubiésemos querido
crecer y cantar como ese árbol.
Altos y sin temor
y unidos a la vida
con raíces tan hondas.
Pero nacimos débiles
como ciertos pájaros
y a la hora del crudo invierno
volamos lejos.
A veces sueño
reencarnar
en una hoja de ese árbol.
En mi sueño caigo
dulcemente a sus pies
y allí de nuevo
por un instante
todo es uno.
Sonia Scarabelli
LA RAÍZ
Más allá del olvido está
la forma clara
de tu memoria
se me abre el corazón
y te imagino
ovillado, naciendo
a la luz
que en principio te parió
Arbolito cortado en la primicia
bestia dulce sacada
de nuestro mismo hueso
yo me encontré, cavando,
tu raíz todavía debajo de nosotros
paridos a la vez
por tu presencia
El círculo se cierra
para volver a abrirse
me lo enseñaste vos
que ahora echás tus frutos
en una tierra incógnita,
flores y hojas
de un verdor perfecto
en viaje hacia lo hondo
Variador del destino,
esa puerta que abriste
no era nueva
pero qué único tu paso
tu modo de irte saludando
el brazo alzado
que empezaba a borrarse
como una estela fina
enraizando
la promesa mayor,
hasta la vuelta!
Todas las flores blancas
de septiembre
me miran con tus ojos
Sonia Scarabelli
LA CUCHARA DE PLATA
Si el cuerpo
como una
pequeña cuchara de plata
que recibe
el sol,
toda la altura, fuera
ahí en el gesto
de alzar con suave mano
su sustancia,
levantarse a sí mismo,
una cuchara
liviana casi al cristal
mutando en la materia.
Si el cuerpo fuera
esto,
abandonarse
sin temor de volverle
las espaldas
enjutas y cansadas
y menores
al amor diminuto
de las cosas,
pasión de reflejarse
los metales
en el opaco cuenco
de su ausencia.
Si fuera así,
si no estuviera en cambio
tantas veces
hundido en la tristeza
como una piedra enorme
que levanta
un Sísifo secreto
y vuelta a caer
la piedra en el abismo
y a sufrir de la carga,
lo que abruma.
Si fuera el cuerpo
menos pero algo
y este reflejo
del sol
en la pequeña
cuchara de plata
toda el alma,
una permutación
de lo que acuna
la mano
cuando cóncava
se tiende,
y renuncia el perfil
por la belleza
de contener,
alzar el agua
entre los dedos
y volverse ella misma
transparencia,
misterio de fluir,
fulgor que pasa.
Sonia Scarabelli